Esta actividad fomenta la creatividad de los estudiantes al pedirles que conviertan formas simples (círculos) en algo más complejo (rostros) usando su imaginación.
Aquí no hay una respuesta “correcta”, lo que permite la libre expresión.
La actividad también mejora las habilidades motrices finas y la coordinación a través del dibujo a mano alzada. El dibujar círculos y rostros desarrolla la destreza manual.
Se pone en práctica el pensamiento divergente, ya que cada estudiante puede crear sus propios rostros únicos.
Esto fomenta la originalidad y confianza en uno mismo.
La socialización se ve involucrada cuando los estudiantes comparten sus dibujos.
Pueden apreciar el trabajo de los demás, lo que genera empatía. El compartir frente a un grupo también aumenta la confianza y las habilidades de comunicación.
Conceptualmente, esta actividad ayuda a los estudiantes a establecer conexiones entre formas geométricas simples y objetos más complejos del mundo real.
Entender cómo un círculo se puede transformar en un rostro humano es un ejercicio cognitivo importante.